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domingo, 17 de abril de 2011

Cada mañana me levanto y miro como duerme, tranquilo,
sereno. Me fascina verle dormir. Podría pasarme así horas
 y horas. Luego, como cada mañana se empieza a despertar,
 antes de que él abra los ojos, yo cierro los míos.

Cada mañana siento sus ojos clavados en mí, y cada mañana
noto sus dedos rozando con suavidad mi mejilla.

Luego, siento cómo sigue mirándome, y cómo cada mañana
 siento sus labios rozando los míos. Yo abro los ojos, él me
mira con una sonrisa dulce. Después de esa sonrisa sale un
 leve susurro con la frase que escucho cada día al despertarme:
Buenos días, princesa.

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